En un mundo donde cada transacción ocurre en fracciones de segundo y los servicios financieros se entrelazan con la vida diaria de millones de personas, las entidades deben ir más allá de la simple prevención de ataques. La continuidad de los servicios críticos se ha convertido en un pilar ineludible para conservar la confianza del cliente y garantizar la estabilidad del sistema.
La ciberseguridad tradicional persigue proteger y evitar brechas mediante defensas perimetrales, parches regulares y soluciones antivirus. Sin embargo, la realidad demuestra que ningún sistema es invulnerable ante actores avanzados y persistentes.
Según IBM, la ciberresiliencia es la capacidad de una organización para prepararse, responder y recuperarse de ataques, minimizando el impacto en sus operaciones. Mientras la seguridad clásica se centra en levantar murallas, la ciberresiliencia asume que el incidente sucederá en algún momento y busca aprender y adaptarse sin parar.
En el sector financiero, esta filosofía se fusiona con la resiliencia operativa y la estabilidad del sistema. No basta con blindar un firewall: es imprescindible diseñar procesos, roles y herramientas que mantengan activos los pagos, el crédito y el acceso a datos, incluso bajo presión.
Los ciberataques al sector financiero se duplicaron a nivel global entre 2018 y 2022, según el Banco de España. Lo que antes era puntual se ha convertido en la norma: la pregunta ya no es si sufriremos un ataque, sino cuándo.
El auge de la nube, la externalización de servicios TIC y la rápida adopción de nuevas tecnologías amplían la superficie de ataque y elevan el riesgo de interrupciones masivas.
Entre los impactos más graves destacan:
Los costes indirectos —multas regulatorias, clientes que abandonan la plataforma e inversiones en refuerzo posterior— suelen superar con creces las pérdidas inmediatas y requieren un enfoque integral de resiliencia.
Europa ha respondido con un despliegue normativo que define obligaciones y plazos para reforzar la resiliencia operativa digital de bancos, aseguradoras y proveedores de servicios de pago.
El Reglamento DORA (Digital Operational Resilience Act) establece cuatro grandes bloques de exigencias:
DORA entró en vigor con un plazo de adaptación de 24 meses y debe cumplirse plenamente a partir de enero de 2025. El órgano de administración de cada entidad asume responsabilidad legal y puede enfrentarse a sanciones en caso de incumplimiento.
Por su parte, el Reglamento del BCE sobre SIPS exige un alto nivel de ciberresiliencia en infraestructuras de pago sistémicas, con pruebas de penetración TIBER-EU y control exhaustivo de externalización. La Ley de Ciberresiliencia (CRA) complementa este marco imponiendo requisitos obligatorios de seguridad para todos los productos digitales utilizados en la UE.
Crear una cultura de resiliencia parte de un compromiso estratégico. El Consejo de Administración debe definir la estrategia de gestión del riesgo y asignar recursos a la formación, la monitorización continua y la mejora de procesos.
Los equipos de TI y riesgos deben colaborar en tiempo real, apoyados en dashboards interactivos que presenten indicadores clave como tiempo medio de detección, tiempo de recuperación y porcentaje de sistemas críticos cubiertos por pruebas.
Las simulaciones y ejercicios de crisis son esenciales. Desde escaneos automatizados de vulnerabilidades hasta escenarios de ataque coordinados, cada práctica fortalece la capacidad de respuesta y pone a prueba los protocolos de emergencia.
La gestión del riesgo de terceros exige auditorías periódicas, validación de planes de continuidad de proveedores y revisión de contratos con cláusulas de ciberresiliencia. Contar con alternativas reduce la dependencia excesiva y asegura el acceso a servicios críticos.
La ciberresiliencia financiera es un proceso continuo, que exige aprendizaje y adaptación continuos. Cada incidente ofrece lecciones para perfeccionar políticas, protocolos y tecnologías.
La colaboración público-privada, el intercambio de inteligencia de amenazas y la participación en ejercicios transnacionales fortalecen el ecosistema financiero en su conjunto. Solo uniendo esfuerzos podemos anticipar ataques y responder de manera coordinada.
En un entorno donde la innovación avanza de la mano de la complejidad, adoptar un enfoque de ciberresiliencia no es opcional: es la clave para asegurar un sistema financiero sólido y dinámico. Así, las entidades estarán preparadas para cualquier desafío y garantizarán que el futuro digital sea, ante todo, un futuro confiable.
Referencias